martes, 1 de noviembre de 2016

edipo y youtube / ideas para continuar


I.
Cuando se conocieron él googleó su nombre hasta llegar a unos enlaces de YouTube donde a ella le hacen entrevistas en México. El periodista, el reportero, o más bien, el entrevistador, es su primo, hijo de su tía, en un jardín: probablemente el patio de una casa. 
El video lo sube una cuenta que tiene sólo otro archivo arriba: dura cincuenta segundos y muestra un paseo de unos hermanos (los hermanos de M.) a un zoológico de Rancagua. 
Dejemos de invalidar lo que pasa en el computador, escribió él, cuando M. respondió que no se va a juntar con alguien con el que sólo se manda mails. Sólo mails, y después salió “escribiendo…” hasta que él se quedó dormido.

II. 
Mi perro tiene 6 años y duerme en una alfombra que pusimos en el comedor. Se llama Normo y es de una raza cuya pronunciación olvidamos. 
El día que íbamos a terminar él me regaló la tortuga ninja que compramos juntos y me dijo que aún guardaba las bolsas de té de la primera vez que fuimos a la playa. Pero no terminamos. Nos reconciliamos ese mismo día. No tomamos té. No hicimos nada romántico. Sólo dejamos de odiarnos y volvimos a mi casa.
Tú quieres que todo sea una cita. 

III. 

Me publicaron un poema y escribieron mal mi nombre. Mi nombre no es difícil. Después de salir de una prueba pedí un auto de Uber y me enamoré del chofer. Cuando me dejó en mi casa lamenté no haberlo llamado para tener su número de teléfono, lamenté que él no hubiese tenido problemas para encontrarme cuando lo esperaba en esa calle tan pequeña y bien iluminada. El día después, en el psicólogo, me di cuenta que mi padre nunca me quiso y me miré: soy un cliché. Lloré, otro Uber, otro enamoramiento, otro saber que estoy buscando a mi padre, patético. Cuando llegué a mi casa le escribí a M. Me dijo lo de siempre: tú quieres que todo sea una cita. Me publicaron un poema y escribieron mal mi nombre. Soy muy sensible, perdóname.

IV.

Para mi cumpleaños me regalaron un caleidoscopio y una caja de té para la migraña. Tengo jaquecas desde los 15 años. No quiero ir al médico porque me asustan los doctores. Cuando me preguntan dónde nos conocimos siempre respondo “en un bingo”. Nos llevamos bien porque tomamos los mismos antidepresivos. Tomo una pastilla por la mitad: E/M. Evening y Morning. La mañana y la tarde me las tomo juntas: las junto y no conozco a nadie que las tome separadas. No hay evening ni morning cuando nos sentimos mal. 

V. 
Amaneció y ya no aparece “escribiendo…” en la pantalla. Él sabe que M. leyó su mensaje y no lo respondió. Después M. escribe: NO ME GUSTA LA OBLIGACIÓN DE CONTESTAR TODO en uno de sus perfiles públicos. Él googlea, una vez más, su nombre y encuentra su canal de YouTube. Busca vídeos donde M. responde preguntas. Cuando se mandan mails y él hace preguntas M. le responde con links de vídeos antiguos. “Acá lo explico mejor”. Así nunca nos vamos a conocer, le escribe él, y ella le responde: no me junto con quien solo me mando mails.

VI.

Cuando escribo me sudan las manos. Cuando busco el teléfono del chofer de Uber que se despidió de mi y me pregunto donde había comprado mi casco también. ¿Siempre andas en skate? A veces. Mi hijo también, dice él, y pienso en mi padre: ¿si mi padre fuera chofer de Uber también me enamoraría de él? ¿Me enamoro de la ausencia o fantaseo con llenar el vacío? Estos lamentos por no tener su teléfono son fantasías, son mentiras. Sólo quiero tu aprobación. Aunque sea con estrellas de puntuación. 

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